13 de enero de 2009

Bajo el síndrome del Michay

A mis hermanos jacobacinos...

Querido hermano:
Supongo que no hace falta reiterarte mi confianza para desvelar mis sentimientos, para compartir contigo las más íntimas sensaciones que en estos días estoy viviendo.
No se si será el ímpetu contagioso de Júpiter, pero lo cierto es que Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente no han podido hacerme un regalo más bonito: el nombre e imágenes de Jacobacci en primer plano informativo del mundo entero.
De modo que mis primeras palabras son de felicitación y agradecimiento a las autoridades, empresarios y vecinos por haber hecho posible esta utopía. Hasta el granito de arena más insignificante ha contribuido a tirar del carro.
Alegría que se extiende en el tiempo, hacia atrás y Dios quiera también hacia delante.

Aquellos que han tenido la oportunidad de leer el Triciclo de Djaiv habrán podido comprobar que el sueño profético de aquel niño patagónico tiene mucho que ver con lo que mi tierra está viviendo en estos días. El capítulo 12 habla de un proyecto para unir los pueblos patagónicos a ambos lados de la cordillera andina.
Por eso, en este día histórico, me vuelven a la memoria los maravillosos días de mi infancia allí vividos, y buena parte de mi juventud recreada más tarde en el libro antesmencionado.
Experiencias intensas, únicas e inolvidables que me hacen vivir bajo la influencia permanente del Síndrome del Michay. Un estado de gracia de los emigrantes patagónicos que también trato de explicar en un nuevo trabajo literario a editarse en este año que recién comienza.

Una prueba automovilística de primer nivel y cientos de periodistas han hecho posible que Ingeniero Jacobacci, capital de la meseta rionegrina, cuna de la Trochita, sea por unas horas epicentro de las noticias deportivas del mundo entero. Un hecho sin precedentes para una población pequeña que cambiará sin dudas, el rumbo de su historia.
Si descontamos que en la jugada se mezclan espíritu deportivo con intereses políticos y económicos, (propios de nuestra época? o son costumbres que heredamos de griegos y romanos?), nos quedamos con la esencia. Y ésta, la realidad, vista con la perspectiva que dan catorce mil kilómetros de distancia y veinte años fuera del terruño, se convierte en “un día histórico, memorable, grandioso”.
Para un NYC jacobacino (nacido y criado en Jacobacci), el pueblo será por siempre referencia y faro de nuestros pasos, y lo que vivimos hoy no es más que la constatación del mundo de algo que nosotros ya conocíamos desde hace muchos años: “si maravillosa es esa tierra, más aún lo son sus habitantes”.
Quiera Dios que esto no sea un espejismo. Que sumado a las carreteras asfaltadas que ya tenemos a las puertas del pueblo, marque un antes y un después en el devenir de su joven y fresca historia.
Quiera Dios iluminar también a gobernantes y políticos para que sepan capitalizar la experiencia, y no dejen escapar esta oportunidad como agua entre los dedos.
El futuro está llamando, quizá para saldar alguna deuda pendiente con nuestro antiguo Nahuel Niyeo y la esperanza de sus gentes largamente postergada.
Quiera Dios que así sea.

Jaime Correa Deulofeu
Michay de Honor 2006
Vigo, 5 de Enero de 2009
Publicado en Diario El Cordillerano, Bariloche ARGENTINA