7 de enero de 2011

COMO SI NADA...





Pasadas las fiestas, el mate y el silencio de la madrugada vuelven a ser mi compañía preferida para seguir ejerciendo mi oficio de cronista familiar.
Dentro de casa, se recogieron los adornos de la Navidad, el arbolito y el belén, se cambiaron los calendarios de la pared y los escritorios.
Afuera, comienzan las rebajas y la cuesta de Enero, continúa la lluvia, el paro y la crisis.
Todo parece rutinario, transcurre como si nada pasara cuando en realidad sí que pasa. El tiempo pasa, y cada vez a mayor velocidad.
Todo pasa y todo queda, que decía Machado y cantaba Serrat.
La ley de la compensación. A la tristeza de haber dejado 59 atrás, la alegría de una gestación. A la pena de los seres queridos en la lejanía, la ilusión de una hija embarazada.

Mi ingreso al “Club de los Sesenta” quedará marcado por unos pocos regalos simbólicos y las no pocas muestras de afecto y cariño recibidas de familiares y amigos. Tan hondas algunas, que digerirlas y germinarlas me llevará más de una madrugada. Así que Jaime, vamos por parte.
Entre los regalos, un juego de pañuelos para enjugar la lágrima de los sesenta, y una loción para la caída de cabello, ja. Bombones franceses de una querida amiga que no veo desde hace 40 años, y las delicias de Inés (arrollados, tarta de Santiago, strudel de manzana y nueces, etc.). Y libros, el regalo que nunca falla, uno que me zambulle en los secretos de la mente y otro, El Alquimista, que el propio autor califica como simbólico. Porque digo yo, a quién no le sedujo alguna vez la idea de encontrar el Elixir de la Larga Vida.

Yo no creo en otra magia que no sea el amor.
Es él el que alimenta la inagotable fuente de energía de Inés, el que me hace levantar cada mañana para agradecer los numerosos mensajes recibidos estos días. De gente que está a miles de kilómetros de distancia, en otros países en otros continentes, en otros hemisferios. De gente que sabe cómo hacerme reír, cómo hacerme feliz, que se hace un hueco en sus vacaciones para llamar por teléfono a su amigo.
Cómo que no pasa, sí que pasa.
Crisis?, también la adolescencia es una crisis, y qué lejos la dejamos no?.
No es peor ésta que la que vivieron nuestros abuelos en una guerra mundial.
Así que ánimo, a levantar la cabeza que el show debe continuar. Nos queda mucho por hacer para alcanzar el mundo soñado. Nuestros hijos y futuros nietos no se merecen unos padres y abuelos deprimidos. Ahí están nuestros queridos viejos dando ejemplo. Con ochenta tacos o más, después de haber vivido lo vivido, no saben lo que es el síndrome del jubilado, y andan por esos mundos de Dios de viajes, excursiones, etc.
Eso, entre otras cosas, me hace pensar que a los sesenta se puede empezar de nuevo. Como dice una de mis citas preferidas: “con los jirones del alma después de cada batalla, reconstruimos el nido donde vuelve a renacer la vida”.

El sentido de nuestra existencia radica en tener personas que piensan en nosotros.
Los que me han transmitido su cariño de múltiples maneras estos días, (fotos, postales, llamadas telefónicas, emails), sepan que son la luz de mis zonas oscuras, que alegran mis horas tristes y renuevan mis energías para seguir en camino.
Como si estuviéramos juntos, como si nada pasara, aunque la huella que dejan en mi alma, sea cada vez más profunda…


2 comentarios:

... dijo...

Te quiero, Pa!

... dijo...

Te quiero, Pa!